Soñarte…

Disfruto tanto soñarte…

Es una grata sorpresa el que, más veces de las que uno espera, exista ese punto de contacto contigo, dentro de esa otra realidad tan visible como la conciencia.

Sé que el anhelo de estar contigo es un fuerte impulso que vuelve loca a la mente y la obliga a llamarte donde quiera que estés. El pensarte a cada momento, el tenerte presente en cada franja del día, el ansia constante de estar juntos, las ganas de hablarte y el hambre de sentirte… todas deben ser razones suficientes para pescarte en alguna parte de ese mar infinito que son lo sueños.

Me gusta de sobra ese mundo que se crea a modo. Libre de reglas, espontáneo y misterioso, de posibilidades siempre abiertas.

En esas dimensiones los caminos no son lineales. No se trata de ir y venir. No es el punto elegir entre tristeza y dicha. Allí las oportunidades son vastas, del tamaño del universo. Por eso me encanta encontrarte en ese lugar donde el cruce se forma con tu presencia y la mía.

Allí mi pensamiento es un hábil arquitecto que diseña a su antojo el destino, vigilado a la distancia por el único creador. En ese espacio todos los trazos te dibujan feliz, retratando tu mirada clara y tu sonrisa franca, destancando el brillo de tu rostro y la magia de las palabras que tus labios empujan.

Contrario a todo lo sensato, no eres una fantasía. Eres realidad. Estás hecha de ideas, pero son representaciones nuestras, testimonio de que existimos aquí y ahora. No eres un absurdo o algo venido de la nada, eres tú y tú eres todo. No es difícil de entender en cualquier lenguaje: eres mi universo, vives en mí y estoy contigo. Los sueños son espacios que compartimos. No son los únicos, pero disfruto especialmente esos escenarios.

Así es como vienes con frecuencia a mi pretensión permanente de encontrarte. Llegas a tornarlo todo de tu esencia. A pintar mis sueños con tus colores. Llegas no para quedarte, porque sé, de alguna manera, que has estado desde siempre, tal vez desde otra vida o desde otra muerte.

Soñarte significa amarte todo el tiempo. No dejar de vivirte al respirar, aunque los ojos permanezcan recostados. Significa, caminar juntos en una playa, retratar un crepúsculo que se asoma en el horizonte, colorear las curvas del arcoiris, escuchar nuestras pisadas en el eco de las piedras de los callejones pálidos, perdernos entre sábanas interminables que confunden su color y tersura con tu piel.

Así es como no dejo de amarte, así es como te amo aún más. Entre mezclas de luces y sombras, entre la confusión de horas que se vuelven segundos, entre la lucidez y el espejismo. Entre tu respiro y mi latido encuentro cada parte de ti. Tú también me reconoces. Nos abrazamos con la fuerza que las olas mueven la arena y nos movemos con ese mismo vaivén en la cintura. Te siento húmeda como la brisa más cálida. Me encanta ese ardiente contacto. Estoy dentro de ti y tú estás alrededor mío. Me cubres de intensidad con cada extensión de tu cuerpo, al tiempo que mi corazón viene y va hacia ti una y otra vez. Tus cabellos cubren mi rostro y tu pecho se adhiere al mío con el agua que se filtra entre los poros. La voz se apaga y se pierde en la garganta que sólo puede generar melódicos suspiros. Tus brazos no terminan de moverse, igual actúan mis manos. Nuestras piernas se entrelazan de formas inimaginables y los bordes de nuestras bocas se deforman por sus constantes encuentros. Los vientres se hunden y viven los sentimientos y emociones más deleitables que se pudieran suponer existan. La sensibilidad nos cubre totalmente y nos funde en una pieza. No somos dos, somos uno solo; un bloque firme, sólido y al mismo tiempo, sutil.

El amor se transforma en todo esto, porque así es el amor: sueños y realidades.

Por eso… disfruto tanto soñarte…

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sábado, 7 de noviembre de 2009

Soñarte...

Publicado por MMC en 9:44
Soñarte…

Disfruto tanto soñarte…

Es una grata sorpresa el que, más veces de las que uno espera, exista ese punto de contacto contigo, dentro de esa otra realidad tan visible como la conciencia.

Sé que el anhelo de estar contigo es un fuerte impulso que vuelve loca a la mente y la obliga a llamarte donde quiera que estés. El pensarte a cada momento, el tenerte presente en cada franja del día, el ansia constante de estar juntos, las ganas de hablarte y el hambre de sentirte… todas deben ser razones suficientes para pescarte en alguna parte de ese mar infinito que son lo sueños.

Me gusta de sobra ese mundo que se crea a modo. Libre de reglas, espontáneo y misterioso, de posibilidades siempre abiertas.

En esas dimensiones los caminos no son lineales. No se trata de ir y venir. No es el punto elegir entre tristeza y dicha. Allí las oportunidades son vastas, del tamaño del universo. Por eso me encanta encontrarte en ese lugar donde el cruce se forma con tu presencia y la mía.

Allí mi pensamiento es un hábil arquitecto que diseña a su antojo el destino, vigilado a la distancia por el único creador. En ese espacio todos los trazos te dibujan feliz, retratando tu mirada clara y tu sonrisa franca, destancando el brillo de tu rostro y la magia de las palabras que tus labios empujan.

Contrario a todo lo sensato, no eres una fantasía. Eres realidad. Estás hecha de ideas, pero son representaciones nuestras, testimonio de que existimos aquí y ahora. No eres un absurdo o algo venido de la nada, eres tú y tú eres todo. No es difícil de entender en cualquier lenguaje: eres mi universo, vives en mí y estoy contigo. Los sueños son espacios que compartimos. No son los únicos, pero disfruto especialmente esos escenarios.

Así es como vienes con frecuencia a mi pretensión permanente de encontrarte. Llegas a tornarlo todo de tu esencia. A pintar mis sueños con tus colores. Llegas no para quedarte, porque sé, de alguna manera, que has estado desde siempre, tal vez desde otra vida o desde otra muerte.

Soñarte significa amarte todo el tiempo. No dejar de vivirte al respirar, aunque los ojos permanezcan recostados. Significa, caminar juntos en una playa, retratar un crepúsculo que se asoma en el horizonte, colorear las curvas del arcoiris, escuchar nuestras pisadas en el eco de las piedras de los callejones pálidos, perdernos entre sábanas interminables que confunden su color y tersura con tu piel.

Así es como no dejo de amarte, así es como te amo aún más. Entre mezclas de luces y sombras, entre la confusión de horas que se vuelven segundos, entre la lucidez y el espejismo. Entre tu respiro y mi latido encuentro cada parte de ti. Tú también me reconoces. Nos abrazamos con la fuerza que las olas mueven la arena y nos movemos con ese mismo vaivén en la cintura. Te siento húmeda como la brisa más cálida. Me encanta ese ardiente contacto. Estoy dentro de ti y tú estás alrededor mío. Me cubres de intensidad con cada extensión de tu cuerpo, al tiempo que mi corazón viene y va hacia ti una y otra vez. Tus cabellos cubren mi rostro y tu pecho se adhiere al mío con el agua que se filtra entre los poros. La voz se apaga y se pierde en la garganta que sólo puede generar melódicos suspiros. Tus brazos no terminan de moverse, igual actúan mis manos. Nuestras piernas se entrelazan de formas inimaginables y los bordes de nuestras bocas se deforman por sus constantes encuentros. Los vientres se hunden y viven los sentimientos y emociones más deleitables que se pudieran suponer existan. La sensibilidad nos cubre totalmente y nos funde en una pieza. No somos dos, somos uno solo; un bloque firme, sólido y al mismo tiempo, sutil.

El amor se transforma en todo esto, porque así es el amor: sueños y realidades.

Por eso… disfruto tanto soñarte…

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